El primer uso doméstico del cacao nos lleva 5.500 años atrás, a la cultura Mayo-Chinchipe-Marañón, al sur de donde hoy encontramos a Ecuador. Naturalmente, los árboles que se encuentran allí no son tan antiguos, pero es posible rastrear su linaje genético a ese momento. La historia del uso doméstico del cacao salta sin claridad de la alta Amazonia a la Mesoamérica de mayas y luego aztecas. Ambos lo usaban en una bebida energética, en medicina, así como en rituales y ceremonias, dotándolo de carácter y origen divino. Esto fue preservado posteriormente en la nomenclatura científica del árbol, Theobroma cacao (Linnæus, 1753), en la que theos es dios y broma, alimento. En la lengua náhuatl era llamado cacahuacuahuitl y su fruto simplemente cacahuatl. De aquí deriva la palabra cacao. Por su parte, chocolate proviene del término náhuatl xocoātl, compuesto por ātl, que significa agua, y xoco, agrio. El primer encuentro de los conquistadores españoles con el cacahuatl ocurrió en la isla Guanaja durante el cuarto viaje de Cristobal Colón, en 1502, aunque fue en tiempos de Hernán Cortés que se introdujeron en España tanto el cacao como las herramientas para preparar chocolate. Las exclusivas semillas de cacao, cultivadas por mayas y aztecas en tierras de nobles, de guerreros de alto rango y de mercantiles, fueron también utilizadas como moneda de uso corriente y constituyen uno de los mejores ejemplos entre los medios de pago más primitivos. Esta modalidad prevaleció durante todo el período colonial y hasta principios del siglo XX en el sureste mexicano. Todo se podía comprar con cacao: ropa, comida, esclavos y hasta oro, materia prima que dominaban a la perfección e incluían en objetos cotidianos, tales como muebles o alhajas. Este metal dócil y precioso, más allá de su forma o función, era saqueado o intercambiado por coloridas bagatelas para ser reducido a barras o lingotes. En 1535, la corona española fundó la primera casa de la moneda en Ixachitlān, ahora conocida como América, con el 90% de su producción destinada a la exportación. Sin embargo, las semillas de cacao continuaron en circulación. Una liebre costaba 10 semillas de cacao, un esclavo unas 4.000, y 200 eran equivalentes a 1 real de plata, una moneda metálica que fue depreciando su valor hasta que en 1720 llegó a 15 semillas de cacao por unidad.

Con las «Leyes Nuevas» de 1542 se prohibió la esclavitud de los indígenas en la «Nueva España» al ser designados como vasallos del Rey. Ese mismo año, la Corona acuñó allí dos monedas de cobre para transacciones menores, las cuales fueron rechazadas de forma unánime por los habitantes, a pesar de las amenazas de multas, azotes y trabajos forzados. Estas monedas fallidas fueron retiradas de circulación. A fines del siglo XVI, el pago anual de tributos en el Virreinato era de 1.600 semillas de cacao o 1 peso de oro. Un indígena para trabajos forzados costaba entre 300 y 500 semillas, dependiendo de su sexo, edad, salud y habilidades, y con unas 8 a 10 semillas se podía acceder a una sesión con una prostituta. También existía la falsificación de oro en polvo y semillas de cacao como moneda corriente, por lo que ambos métodos fueron reemplazados gradualmente por monedas de metal. Antes de la llegada de los europeos, el oro ya se utilizaba como medio de pago por los pueblos Chibcha, con un sistema incluso más preciso en dimensiones que el español. Más al sur, el encuentro entre el Imperio español y los incas fue bastante diferente. Los incas basaban su poder en un desarrollo colectivo fuertemente disciplinado, sin pobreza ni esclavitud, con caminos para fines administrativos y militares, pero no para el comercio. Era un comunismo persuasivamente expansivo sin necesidad de conquista ni moneda. Esta afirmación agraria fue sepultada por la industria minera impuesta por el Imperio español en su afán religioso de expatriar la mayor cantidad de riqueza en metales preciosos. En todos estos viajes, el cacao también cruzó el océano y, una vez en la península ibérica, la bebida amarga «afrodisíaca» fue saborizada, endulzada y rápidamente compartida entre los aristócratas europeos. En 1569, el Papa Pío V de la Iglesia católica declaró que el consumo de dicha bebida no rompía el ayuno. Después de España, el cacao siguió su avance firme por Francia (1615) e Inglaterra (1650), y así sucesivamente hasta conquistar Slumil K’ajxemk’op [la tierra insumisa]. La rápida expansión de su consumo en Europa demandó una mayor producción. Se llevaban esclavos africanos a América para trabajar en las cosechas de cacao y otros productos que también terminarían en Europa. En aquellos años, cada fundador de una villa podía utilizar de dos a cuatro indígenas, a quienes debía pagar unas 100 semillas de cacao por día de trabajo de sol a sol. El Banco de Suecia, el primer banco central del mundo, se fundó en 1668, pero recién hacia 1690 llegó el chocolate a Escandinavia. Dos años más tarde, Luis XV intentó regular las ventas de chocolate al por mayor y al por menor, y en 1711 una norma en Suecia ordenaba: «Quien use el té, el café y el chocolate en casa, deberá pagar dos daler de plata». España mantuvo el monopolio del cacao hasta 1728, cuando cedió el control de su comercio a Holanda. Años más tarde, se pusieron en marcha las primeras máquinas para la producción de chocolate (Francia, 1756, y Barcelona, 1780). Hacia el final del siglo XVIII, el ahora dulce chocolate llegaba a América del Norte, al mismo tiempo que en la Francia revolucionaria intentaban abolir la esclavitud en sus colonias.

Entre 1811 y 1814, el general insurgente José María Morelos acuñó la primera moneda verdaderamente mexicana, totalmente independiente de la corona. Su decreto eliminaba los símbolos de la monarquía española y agregaba «una flecha con un letrero al pie que señala el viento donde corresponde, que es del sur». Esta fue la primera moneda fiduciaria, con la promesa de pago una vez que la revolución triunfara. El pago nunca ocurrió, pero sí la independencia de México, que se logró en 1821.

En los años siguientes, los portugueses comenzaron a llevar el cacao a las tierras de sus esclavos, y en Ámsterdam se inventó una máquina para separar la manteca de cacao del polvo de cacao (Van Houten, 1828), lo que facilitó la disolución de este último en agua o leche caliente, como los británicos solían tomarlo desde el siglo anterior. En Suiza, el chocolate fue mezclado por primera vez con avellanas (Kohler, 1830) y, en Inglaterra, se puso a la venta la primera barra de chocolate (Fry & Son, 1847). Paralelamente, en Francia, se comenzó a comercializar el polvo de cacao soluble, tanto para adultos como para niños (Poulain, 1848). En Vevey se creó la harina de leche (Nestlé, 1867) y allí comenzó la historia del chocolate con leche suizo (Peter, 1875). Poco después, se produjo el primer chocolate que se derrite en la boca (Lindt, 1879).

A pesar de las crisis financieras, en la década de 1870, el consumo global de cacao creció en un 800%. En ese momento, comenzó el cultivo en la Costa de Oro británica y, posteriormente, durante el reparto de África, las colonias francesas también se incorporaron a la producción masiva de cacao. Así, rápidamente, pasó de ser un producto de consumo exclusivo de las élites del poder a ser un producto de consumo masivo con beneficios para las élites del poder. Durante los «años locos», las compañías de golosinas en el este de Estados Unidos comenzaron a vender discos de chocolate envueltos en papel dorado para la tradición judía de regalar monedas a los niños durante el festival de las luces. Algo que ya se hacía en Bélgica y en los Países Bajos, aunque en honor a San Nicolás.

Año tras año, estas dulces imágenes del dinero se consolidaron como símbolos de las celebraciones de Hanukkah y Navidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, los saboteadores alemanes diseñaron un chocolate que cubría una bomba de acero que estaba programada para explotar pocos segundos después de cortarle una pieza. Mientras tanto, la subsidiaria de Nestlé en Alemania, Maggi, empleaba a miles de prisioneros de guerra y trabajadores judíos forzados. A mediados del siglo XX, se reconoció el mejoramiento genético de las plantas para aumentar la producción de cacao.
Desde entonces, el stock y el consumo han aumentado constantemente, al igual que el calentamiento global, debido a las acciones humanas y no a causas naturales. Sin embargo, periódicamente aparecen artículos con titulares como «El chocolate está en camino a la extinción en 40 años». Aunque quizás sean los pequeños productores de cacao quienes desaparezcan primero.

El cacao es el octavo flujo financiero ilícito en África, y los agricultores reciben menos del 70% de su valor internacional. Además, los precios del cacao han sido extremadamente volátiles y, en 2021, los agricultores africanos recibieron un 20% menos de su costo. En abril de 2022, la televisión inglesa mostró a un productor que contaba que su finca había generado alrededor de 30 sacos de semillas el año anterior (aproximadamente dos toneladas) y que por ello había recibido 2.800€, incluyendo primas «responsables» de las grandes corporaciones chocolateras, de 1€ por saco. De esa cantidad, destinó menos de 1.000€ a sus empleados y una gran parte a pesticidas, materiales e impuestos. (El precio internacional de la tonelada de cacao según ICCO a principios de abril de 2022 era de 2.242€). Sin embargo, las plantaciones de cacao suelen ser más pequeñas que este caso. Otro agricultor mencionó que produce entre seis y ocho sacos al año y recibe alrededor de 400€, por lo que utiliza a sus hijos pequeños para ayudar en el trabajo. En una parcela típica ocupada en Costa de Marfil, asignada a un recién adulto como parte de su única remuneración después de años de trabajo esclavo, se produce un promedio de 2 sacos por año.
En la actualidad, más del 90% de la producción mundial de cacao proviene de fincas de menos de tres hectáreas. En Costa de Marfil, que es el principal productor de cacao a nivel mundial, se estima que hay más de 1.2 millones de agricultores de cacao. Por otro lado, el 65% de la capacidad de procesamiento mundial de cacao está en manos de tres empresas.

En abril de este año, la empresa familiar Mars comenzó programas piloto de responsabilidad corporativa para apoyar a un grupo de agricultores de cacao y ayudarles a alcanzar un ingreso digno y sostenible para el año 2030, que se estima en 1€ a 2,5€ diarios. Sin embargo, en septiembre, el Banco Mundial definió la línea de pobreza en 2,15€ diarios.

A principios de este siglo, se informó que en Mali los niños eran vendidos por alrededor de 30€ para trabajar en fincas de cacao. Como respuesta a esta problemática, surgieron estudios científicos sobre los supuestos beneficios para la salud del consumo de chocolate. También se estableció el «Protocolo Harkin-Engel», un acuerdo público-privado que tenía como objetivo erradicar por completo las peores formas de trabajo infantil y el tráfico de niños en la industria del cacao para el año 2005. Sin embargo, después de la fecha límite, se reveló que los niños provenientes de Burkina Faso que eran llevados a Costa de Marfil tenían un costo de alrededor de 230€ (aproximadamente el precio de 2 sacos de cacao según el precio internacional).

En 2019, se filmó a un traficante de niños involucrado en el trabajo forzado en la producción de cacao, confirmando que pagar 300€ era algo común, aunque también mencionó que no todos los niños tenían el mismo valor. Al año siguiente, un estudio realizado por el grupo de investigación social NORC de la Universidad de Chicago reveló que aproximadamente 1.560.000 niños trabajaban en la producción de cacao en las áreas de cultivo de Costa de Marfil y Ghana. Según el informe, el 95% de estos niños estaban expuestos a al menos una forma peligrosa de trabajo infantil, como limpieza de terrenos, cargas pesadas, uso de agroquímicos, herramientas afiladas, largas horas de trabajo y trabajo nocturno.
Efectivamente, el año pasado ocho niños de Mali, quienes habían sido esclavizados en plantaciones de cacao en Costa de Marfil y lograron escapar, presentaron una demanda legal en Estados Unidos contra las principales compañías de chocolate del mundo, incluyendo a Nestlé, Cargill, Barry Callebaut, Mars, Mondelēz, Hershey y Olam Americas. Los niños los acusaron de contribuir e incentivar la esclavitud en las fincas de cacao. Aunque los jueces no negaron la veracidad de los hechos, el caso fue descartado debido a que los delitos ocurrieron fuera del país.
Estas multinacionales admitieron que sus cadenas de suministro involucraban mano de obra infantil en las peores formas de trabajo infantil. A pesar de seguir obteniendo beneficios de estas prácticas criminales, las compañías «prometieron» reducir su dependencia del trabajo infantil en un 70% para el año 2025.

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última actualización: 2023.06.02